CAPÍTULO VI
- León Felipe Cubillos Quintero
- 15 ago 2020
- 6 Min. de lectura
Una revisión contemporánea de la cultura Quimbaya esperaba a Leandra en su escritorio.

Llegaría el momento de retomar la lectura para buscar nuevas pistas frente a su próxima investigación. Le interesaba profundizar el valor simbólico de la tierra en las culturas precolombinas, ante todo en su región del eje cafetero. Su tema aún lo sentía demasiado amplio, necesitaba precisar mucho más sus intereses.
Al consultar su correo electrónico, esperaba encontrar respuesta para algunas preguntas académicas, sin hallar ninguna información precisa. En ese momento realizaba un acto mecánico, pues sus pensamientos estaban más allá, de dichos propósitos.
La incomprensión la acompañaba. Se desconocía entre los suyos. Pareciera que todos por alguna razón tuviesen un hilo umbilical que los ataba; esta sensación la notaba incluso en su padre, a quien siempre había considerado tan cercano. Se sentía sola en su manera de pensar y de obrar. Distante, necesariamente, de los juicios de su madre y de su hermana.
Claro era el llamado de abandonar la casa materna. De explorar, porqué no, una modalidad alternativa de trabajo. Sin experiencia de campo, ¿para qué hacer, entonces, alguna investigación de carácter cultural? Le atraía, también, ausentarse de la ciudad, palpar los prístinos significados en sus sitios originarios, comprender en la relación cara a cara, conceptos renovados sin supeditarse tan solo a los libros. La decisión estaba tomada: cuando terminara de precisar su investigación buscaría el lugar o lugares más indicados para habitar, de acuerdo con sus intenciones, los diferentes territorios.
Por minutos, un duerme vela la llevó con aparente conciencia a cerrar sus ojos. Recostada en su cama afinaba su intuición. No creía en la seguridad de su padre - algo ocultaba- aún no lo comprendía del todo; pero, a todas luces, algo le inquietaba. Las palabras, las escuchaba y pesaba mejor en este estado, también escrutaba mucho más hondo la mirada impávida de Eduardo.
El movimiento de las manos rechazaban lo que él intentaba decir, aún la respiración de su padre se dilataba más rápidamente entre ideas inconclusas. Su frágil vigilia momentánea, la llevó a tejer una conversación entre almas: ¿Qué estás haciendo papá?, ¿hacia dónde te diriges?, ¡Toma de nuevo tu propio rumbo!, ¿para qué intentar atracar en puertos desconocidos donde, tan solo, nos recibirá la penumbra? ... como reacción sólo percibía de su parte, unas pupilas más esquivas, un sudor humedeciendo el cuello de su camisa, un mudo y seco suspiro. El último sonido la hizo rápidamente levantarse. Sabía que no quería permanecer por más tiempo en casa y que otro destino por ella esperaba.
Entre tanto, Marco Antonio regresó a su puesto de trabajo, a las dos de la tarde. Había resuelto dejar para después sus reflexiones frente a todo lo sucedido en la mañana. Bebía cierta tranquilidad, de la misma manera como había sorbido satisfecho la sobremesa de su almuerzo. Si bien su colega asistente lo acompañaba, no escuchaba el bajo volumen de la acostumbrada música salsa transmitida por la radio. A cambio, a su frente estaba sentado un rostro adusto, de quien no iba a escuchar alguna broma acostumbrada.
--- ¡Viva Colombia! ¡El vanaglorioso arte de trabajar por horas extras!...
Ni tan siquiera le respondía su interlocutor, con una leve sonrisa continuaba casi impertérrito ante los papeles de turno.
Marco Antonio por unos instantes fue capaz de ser respetuoso frente al silencio de su compañero. A pesar del tiempo compartido; no habían, en verdad, compenetrado. Sabía que era oriundo de uno de tantos municipios del Departamento de Caldas. Allí aún conservaba parte de su familia, el gusto por la salsa era un patrimonio común de su región “calentana”. Era un responsable y rendidor auxiliar comercial de origen afro y mestizo.
--- ¿Cómo anda todo, Alberto? ¿Algo en particular te preocupa?
--- Pues, hombre, para que le voy a negar; sí, un asunto familiar...realmente me preocupa.
Marco mantuvo silencio.
Comments